Joker
Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle
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Padre Hugo Tagle
Dura película. Cuenta los tristes orígenes del célebre antihéroe de la saga Batman. Una mezcla de amargura y desolación. Irritantemente provocativa. De ahí su genialidad. Arthur, desadaptado, rechazado, culpando al mundo de sus desgracias, quería ser presentado como “Guasón”, para “ser alguien”. Quería ser comediante y sólo se le deja ser una caricatura de ello. Pierde identidad, se transforma en una máscara.
Me acordé de Chile. En una versión pasada del personaje, Joker pregunta: “¿Por qué debería disculparme por el monstruo en el que me he convertido? Nunca nadie se disculpó por hacerme así.” En efecto, la marginación, el desplazamiento, el ninguneo, han alimentado el descontento, la impotencia y la rabia. Es lo que experimentó Arthur a lo largo de su vida. No se quejen de lo que he llegado a ser, nos dice.
Hacia el final de la película, hay un diálogo amargo con su psicóloga: “¿No te has escuchado? –le dice Arthur. Me haces las mismas preguntas siempre. ¿Cómo está tu trabajo? ¿Has tenido pensamientos negativos?”.
Me haces las mismas preguntas siempre. ¿No es algo de lo que ha vivido Chile los últimos treinta o cuarenta años? Nos hemos dedicado a contar pobres, a evaluar programas educativos, y pareciera –es la sensación extendida en un porcentaje no menor de la población- que no pasa nada, que muchos no se suben al carro y, lo más irritante, que “el modelo” funciona perfectamente con un porcentaje alto de desplazados. Y sí, “las cifras macro cuadran”, pero no va por ahí la cosa.
El “flaite”, el lumpen –nuestro guasón- es un subproducto de más de 30 años de desdén en la educación pública. Han ido al colegio, pasado de curso, aprendieron a leer, pero ya lo olvidaron. Quizá aprendieron un oficio. O incluso hicieron algunos cursos de universidad. Ese que el resto mira con desdén, que habla mal, de escaso vocabulario. Es lo que hemos visto en la tristemente célebre “primera línea”, en saqueos, en “el que baila pasa” y otros delirios.
No soy amigo de las victimizaciones. Somos responsables de nuestros actos. Pero en no pocos de esos “flaites” que pasaron de ser NN a una suerte de héroes tristes, se esconde el resultado de malas políticas públicas, de construcción de guetos, escaza integración social, lo suficiente para sobrevivir, pero no para vivir. Botes a la deriva. Ahora, confundidos en la masa que legítimamente busca cambios, asaltan la calle.
La justicia e igualdad pasan por integración, inclusión, consideración. El otro existe. O si no, tarde o temprano, ese que veíamos como “remesa sobrante” nos pasa la cuenta.